martes, 9 de marzo de 2010

Una jornada particular, Ettore Scola (1977) por Lehior Bilbao

Sofía Loren.
Mastroianni.
La Italia del Ser, 6 de Mayo de 1938
Ama de casa, locutor, soldado, fascistas y patio de vecinos con loro volando.
Todo definido para que no se escape el gato. Pero siempre se da gato por liebre, porque no existe el gato, ni la liebre, solo la cazuela, a la que no se le quiere hacer caso, ni observar, solo decidir lo que se va a poner dentro de ella para poder decir: María, gracias a que somos Italianos hoy comemos Pato.
Esvásticas y contornos fijos.
Más vale ser cola de León que cabeza de Ratón, debieron pensar en las casas. Casas vacías para ir al Zoo y ver el único León que creían posible. Exótico, peligroso y enano. ¿Pero reconforta no tener que pensar ni decidir, verdad? Ser fan o morir. Siempre fue más fácil unirse a la causa que ser la causa. Sin necesidad de transitar por las tierras intermedias, sin necesidad del llanto propio, todo relegado a la imagen del reflejo superior,
¡Eso es vida!
¡Y que vida!
Una vida en la que las experiencias no valen nada, ya que eso difuminaría los contornos, ya que lo vivido por uno, es intransferible, y único es lo que activa, y eso, va en contra de la masa. Uno solo Es, en masa. Siendo uno de los millones de pelos que forman la “Cola de León”. La protección de ser parte de algo, nunca un entero difuso, atravesado por la experiencia. La lógica del etnólogo turista.
¡Eso no es vida!
¡Y que no vida!
Pero el juego sigue aun cuando las casas se vacían. Porque se han quedado atrapadas, dos soledades muy diferentes, que en el silencio del gran patio se encuentran gracias a un imitador. El único imitador valiente, ya que hace lo que necesita.
El pensar y la pasión, nos hace libres de las jaulas ajenas, aunque nos encierre en las propias, pero esto siempre será mejor. En el cara a cara es cuando los sentimientos nos pueden atravesar, cambiarnos, elevarnos y hacer que la masa huya, reducir su espacio y verlo todo con los ojos del artista, sin la generalidad, ni la vulgaridad, manchándonos las manos, y matando a los ideólogos, etnólogos y comisarios de despacho.
Todo es suficientemente complejo, hay que perderse, mancharse, volar…
¡La vida es un milagro!